Ellas no salen en revistas, no pasen por la “red carpet” ni son presentadas como modelos distinguidas. Sin embargo, ellas son un modelo a seguir por muchas mujeres como ellas que cada día trabajan, se hacen cargo de sus hijos y dividen su día entre múltiples actividades. Ellas ponen cuerpo y palabras a cada acto de sus vidas, se comprometen y se juegan por lo que hacen y por lo que aman.
Desde el siglo pasado y aún desde el anterior, las mujeres vienen cumpliendo un rol cada vez más activo y participativo en la sociedad. Dispuestas a sacudirse los mandatos históricos que las confinaban a las cuatro paredes de la casa, sobran los ejemplos de compromiso, solidaridad, creatividad, valentía en todos los órdenes de la vida social. Sin embargo, viejos prejuicios siguen rondando el imaginario social y en algunos casos adquieren cierto estatus de verdades no dichas, aceptadas como naturales.
Una de ellas es considerar que hay un enfrentamiento “natural” entre mujeres sin hijos y mujeres con hijos, como si se tratara de dos bandos irreconciliables. Un abismo parece separar las experiencias de vida de unas y otras y en ese abismo tal vez quepan todos los matices de los sentimientos humanos. ¿Cuántas falsas creencias se escudan tras la maternidad?
Ante la pregunta de por qué parece haber un abismo entre las que tienen hijos y las que no, Graciela Roveta, dueña de Süs CupCake Cafe, www.susscupcakecafe.com.ar, responde:
“Creo que hay un momento en la vida de las mujeres, cuando los chicos son chicos, en que los hijos son el centro de su vida, la parte más importante. En ese momento hay un abismo con una mujer que no los tiene, pero con los años el abismo va perdiendo profundidad. Los chicos crecen, una no los ve tan desvalidos, no nos preocupan tanto, tal vez ya no nos maravillan tanto, o finalmente nos damos cuenta de que no podemos hablar de ellos todo el tiempo.”
Graciela –madre de tres hijas ya grandes- desmitifica con humor cierta idea instalada en la sociedad acerca de que las mujeres que son madres se sienten superiores al resto y se ven impulsadas a dar consejos permanentemente. “Creo que es cierto que una no sabe lo que es tener un hijo, hasta que lo tiene. Me pasó con mi primera hija. Empecé a quererla muchísimo cuando estaba en la panza, pero cuando nació y la conocí, fue como una explosión de amor. Es un sentimiento muy fuerte, un amor más grande que cualquier otro que hubiera sentido antes y viene acompañado de la necesidad de proteger a esa personita tan pequeñita que es parte tuya y no separarte jamás. Cuando nacieron mi segunda y mi tercera hija, me sucedió lo mismo, pero ya sabía que me iba a pasar. No podía separarme de ellas, las tenía todo el tiempo a upa, y era una leona sobreprotectora.”
“Es cierto que las madres somos insoportables socialmente cuando tenemos hijos, sobre todo chiquitos, porque no hacemos más que hablar de ellos, porque son el centro de nuestra vida y la parte más importante, aunque tengamos una carrera exitosa. Sentimos la necesidad de compartir eso tan importante que nos está pasando. Para alguien que no tiene hijos, escuchar a una persona contando tonterías de sus hijos, es un aburrimiento total. Y si no, fijate las actitudes de las madres en un acto de escuela, creen que todos estamos mirando las genialidades de su hijo, cuando en realidad todos son geniales.”
Leticia García, gerente ejecutiva de Fundación Flexer, www.fundacionflexer.org, aporta una mirada que trasciende la experiencia individual: “hay un imaginario sobre las mujeres con hijos que da por supuesto que tienen más problemas, que llevan una actividad extra y que por lo tanto no pueden tener el mismo desempeño que la mujeres sin hijos. Es una idea falsa, porque si bien es cierto que las que somos madres tenemos responsabilidades diferentes en relación a la familia, todo depende de la organización y de la capacidad de cada una. Mucho menos en este momento, en que las facilidades de comunicación hacen que el lugar físico donde se trabaje no sea relevante.”
“El vínculo tan especial que implica la maternidad a veces sólo es posible comprenderlo desde la experiencia. Como sucede con otros temas, hay cosas que se terminan de entender cuando se ha pasado por eso. Nos sucede a quienes somos madres en relación a nuestros padres, porque a partir de este vínculo tan profundo que se establece con el hijo, se puede ver a los padres desde otro lugar. Tal vez, ése sea el sentido más profundo de la frase ´Cuando tengas hijos me vas a dar la razón`, que aunque no es una frase que yo utilice, puedo comprender a quienes sí la usan. No me parece que por ser madre tanga determinadas prerrogativas para opinar o actuar en ciertos ámbitos.”
“Me parece que el problema se presenta cuando esto se generaliza sosteniendo que las madres serían mejores personas, o más felices, o más realizadas, completas y con algunos valores que
aquellas que no tiene hijos no podrían acceder solo por ello”, acota Belén Llauradó, diseñadora de la firma Tata y Toto, www.facebook.com/tataytotoaccesorios.
“Hay algunas cuestiones que quienes no tiene hijos no pueden imaginar ni calcular de la vida de aquellas que los tienen, sobre todo cuando se trata de bebés recién nacidos. En ese sentido podría ser acertado considerar que el día que tengan hijos, puedan comprender algunas cuestiones: temores, desorganización, carencia de tiempos, entre otras. Pero esto es, desde mi punto de vista, solo en cuestiones domésticas, no las habilita para sentirse superior en aspectos de otras áreas de la vida”, agrega Llauradó.
Rosario Arbeleche, directora ejecutiva de la fundación Río Pinturas, www.riopinturas.org.ar, entiende que “la maternidad es indudablemente un antes y un después en la vida de una mujer. Es ubicarse en un nuevo rol en la vida, el de padres, y también reformular el rol de hijos en relación a los propios padres. Una entiende los temores, el sentido de la protección, la incertidumbre por el futuro; aprende a cuidar al otro y a cuidar de sí. La maternidad es una mezcla de alegría y pánico, que hace que una mujer conviva con sentimientos muy encontrados en forma permanente.”
La frase: “Cuando tengas hijos me vas a dar la razón…” la asocia con la experiencia y con la maduración. “No se me ocurriría invalidar la opinión de una mujer sobre temas relacionados con los chicos por el hecho de no ser madre. Con ese criterio, todas las mujeres que desarrollan alguna tarea profesional con los niños o adolescentes deberían ser madres obligatoriamente y no s así. Se trata de la formación profesional, de la capacidad y de la sensibilidad que pongan en juego cuando se desempeñan”, dice, y agrega que en el ámbito laboral, recurrir a opiniones como éstas, sería muy discriminador, en todo caso es una frase que se puede decir en el ámbito privado, con los propios hijos, con alguien cercano en relación a temas personales, nunca en lo laboral.
El sentido de la vida
Atrapadas en el mandato social según el cual una mujer que no fuera madre estaba “incompleta”, muchas generaciones de mujeres sobrevaloraron la maternidad y depositaron en ella todas sus expectativas personales. Así, los hijos también cargaron con la responsabilidad de ser “la fuente de alegría” de sus madres y debían ser modélicos en aquellos roles que la sociedad también les asignaba a ellos en tanto hijos. Los varones como proveedores y las mujeres como reproductoras y formadoras de los modelos heredados. Pero por suerte los lugares y los sentidos empezaron a cambiar hace un par de generaciones.
La afirmación: “Mi vida no tenía sentido antes de que nacieran mis hijos”, repetida por muchas mujeres en otros tiempos, va perdiendo validez ante la fuerza de la realidad. Graciela Roveta le pone humor a su comentario cuando afirma: “Conozco muchas mujeres que decidieron no tener hijos y se sienten completamente realizadas sin ellos. Tienen muchas más libertades para hacer y deshacer rutinas en un minuto, ¡además de dormir toda la noche de corrido!”
“El sentido de la vida puede pasar por muchos otros lados, no necesariamente por la maternidad. La decisión de tener hijos es absolutamente personal y me siento muy feliz de haberla tomado, hasta recomiendo la experiencia, pero siempre desde un punto de vista exclusivamente personal, no porque considere que todo el mundo tenga que hacer lo mismo”, dice Leticia García.
Sobre el sentido de la vida a través de los hijos o sin ellos, Rosario Arbeleche reflexiona: “Los hijos te cambian la vida, no el sentido. Porque el sentido de la vida es vivir, es esta conciencia de la aventura que emprendemos cada día; saber que la existencia humana es tan frágil y sin embargo ser capaces de vivir intensamente cada momento. De ningún modo el sentido de una vida pueden ser los hijos porque para ellos es una carga tremenda, que los asfixia y les impide vivir su propia vida. Sí creo que es un tipo de vida antes de la maternidad y después, pero mi vida tuvo sentido antes y lo tuvo después; la decisión de tener hijos es algo personal, y tiene que ver con algo muy íntimo no con una necesidad de encontrarle un sentido a mi vida. Es lo mismo que ciertas opiniones sobre la realización personal de las mujeres, en muchos sectores está instalada la idea de que una mujer no está ‘completa’ si no es madre y plantear esto hoy, con tanta historia protagonizada por las mujeres, resulta absurdo.”