AL DIVAN CON LA LITERATURA. Hoy en el diván: “El príncipe heredero” de Ezequiel Achilli

¿Qué es un loco? ¿Qué es el almicidio, ese asesinato del alma que denuncia el loco Schreber? ¿Cómo encontrar una verdad que estalla dejando las esquirlas diseminadas en la locura? ¿Existe el tiempo o el tiempo no existe si transcurre y se nos escurre? ¿Y el amor, el amor existe? Estos y otros interrogantes serán develados por el Freud de esta novela que cual Sherlock Holmes nos atrapa al punto de no desear interrumpir la lectura para acompañarlo, como Watson, en la búsqueda de respuestas. Este Freud llega a remover el árbol genealógico hasta escarbar en las huellas que deja entrever lo censurado en Schreber. Lo que el loco no dice se lo hace decir el autor, Ezequiel Achilli, quién encarna y se hace carne en su escritura de la locura de Schreber. Y este autor sabe que podrá llegar a otros que estarán allí donde nadie supo escucharlo. Y no se equivoca. Esos otros somos definitivamente sus lectores. Aquellos apasionados por saber sobre el Ser, sobre el psiquismo, sobre la locura y sobre la Nada. Aquellos a quiénes les interesa todo lo relevante a las problemáticas inherentes al ser humano; a quiénes éste Schreber logra conmocionar y emocionar hasta las lágrimas cuando transmite la desolación de sus emociones. Hace de su escritura un alegato de la desesperación, siendo a la vez, el testimonio de su salvación. A éste Schreber no le pueden silenciar las voces que le gritan su verdad. Y por eso, éste Freud, no cejará en tomar el sendero que lo conduzca a ella, sabiendo que el encuentro con la verdad siempre es un camino que se transita con dolor. Este Freud y éste Schreber, que revive con magia y con arte Ezequiel Achilli, pone en valor el descubrimiento del psicoanálisis, y lo enaltece tanto por su método de exploración de lo inconsciente como por revolucionar el pensamiento acerca de lo humano. “El príncipe heredero” es una novela que juega su ficción con personajes de la vida real, generando deseos de conocer más acerca de éstas figuras históricas de nuestra cultura. Enseña sobre la locura, pero sobre todo, apunta a lo que la locura enseña. Retrata a un Freud adorable en un vínculo con su mucama donde el sentido del humor los mancomuna, y una relación singular con Marie Bonaparte, su discípula, colaboradora y su princesa heredera. ¿Y el príncipe heredero? ¿Quién es? ¿Qué aprende el psicoanálisis de los locos y de su arte para diseñar, componer y exponer su locura al mundo? ¿Qué representa Dios? ¿Y el diablo? ¿Cómo se llega a traspasar la porte de l’enfer? ¿Qué es la vida y qué es la muerte? ¿Y la muerte en vida? Estas preguntas se despliegan con un lenguaje poético, y no por eso menos científico, que permite el desarrollo de hipótesis y agudas cuestiones sobre el pensamiento religioso. Integra además reflexiones filosóficas de una penetrante lucidez que dotan a ésta novela de una riqueza inconmensurable. El actor y el psicoanalista alcanzan su máxima comunión en la escritura de Achilli en la representación de los personajes, consiguiendo construir la psicología de la personalidad de cada uno de ellos con rigurosa meticulosidad y con sublime teatralidad. Como buen artista, su pluma dibuja sus matices y complejidades con pinceladas plenas de metáforas y poesía, y el uso del oxímoron para ir en la búsqueda de nuevos significados. Esto nos permite capturar en los ínfimos detalles, como si fuese un cuadro de estilo impresionista, lo invisible y lo indecible de las emociones que atraviesan a sus protagonistas. Nos hace bucear magistralmente no sólo dentro del universo del psicoanálisis, sino también nos sumerge en el océano del conocimiento de los diversos saberes que lo irrigaron proporcionando sustento a sus fundamentos. El saber del arte y sobre todo de los artistas, el del loco, el de la filosofía y el de la ciencia, conforman el entramado de ésta novela. Achilli enlaza con extraordinaria sabiduría los hilos de estos saberes anudando sus puntos de entrecruzamientos. El tema del nazismo y la persecución que provocó el exilio de Freud, está abordado de forma lateral, con una mirada profunda sobre el origen de ésta ideología dando un giro asombroso al final de ésta novela. También en el final se revela el misterio sobre quién es el príncipe heredero, si es que antes el lector no adivina su identidad o al menos, la intuye. Sin embargo, hay algo más que descubriremos los lectores, y que su autor no sabe, y es que el verdadero príncipe heredero, es el mismísimo Ezequiel Achilli. Freud es también su maestro y siguiendo los consejos del extraordinario Goethe: «lo que heredaste de tus padres, conquístalo para poseerlo», Achilli lo realiza en su novela. Logra apropiarse a tal punto de las enseñanzas del padre del psicoanálisis que su caracterización es absolutamente creíble y coherente con su obra y con sus hipótesis. Este autor consigue transformar lo que ha heredado en algo propio y definitivamente original. El arte de su obra se condensa, y esto tampoco su autor puede saberlo de antemano, en un movimiento que se gesta en el après-coup y como efecto secundario de la lectura: sentirnos dueños del legado de Freud. Ezequiel Achilli nos ilustra con éste libro al psicoanálisis en tanto pensamiento que construye nuestra subjetividad, por lo cual, nos pertenece y es nuestro bagaje cultural. Por eso, la grata sorpresa que nos deja después de leerlo, es una advertencia y un plus de saber. La advertencia: ¡Cuidado! ¡Todos podríamos ser locos! Y el plus de saber: ¡Todos somos los Príncipes Herederos! Nuestra gratitud y reconocimiento Ezequiel, por honrar a todos a los que tenemos algo de locos, y por entregarnos con tu novela la corona de príncipes herederos.]]>