Reportaje a Guadalupe Gómez Pintus en Guerrero Art Station.

del viernes 7 de noviembre al viernes 12 de diciembre de 2014 Guerrero Art Station + Hache Honduras 5961 martes a viernes de 12 a 18 hs para otros días y horarios escribir a info@hachegaleria.com / gas@guerreroartstation.com.ar PÁRAMO Agustina Mihura. Clara Firpo. Catalina Schliebener. Delfina Moore. Dani Vega. Emiliano Bonfanti. Elena Losón. Giselle Bliman. Guadalupe Gómez Pintus. Gilda Picabea. José Carracedo. Mariana Guerrero. Maria Lightowler. Martín Sichetti. Sofía Quirno. Valeria Maggi. curaduría y txt_ Herminda Lahitte registro_ Barbara Sardi | www.barbarasardi.com montaje_ Alejo Garcia Zubizarreta producción_Guerrero Art Station + Hache vernissage_Grolsch **** Juan José Saer cuenta en El río sin orillas que caminando al costado del camino en una parada intermedia del recorrido del ómnibus entre Buenos Aires y su Santa Fe natal se encontraba deslizando sus zapatos en una superficie blanda y accidentada, como de barro seco con huellas irregulares de borde grueso y rugoso, bajo una oscuridad creciente. Mientras pensaba en las características de ese terreno que seguramente había pasado por la lluvia días antes, y que le informaba todo tipo de señales yuxtapuestas y desordenadas que le recordaban los adoquines desiguales de Proust, advirtió que “una aparición brusca perfeccionó el momento: un camión de ganado empezó a bajar despacio por el terraplén que une el camino con la explanada, y el olor a bosta, los mugidos y el tumulto animal de las vacas apretujadas en el camión me instalaron, de golpe, en esa sensación de familiaridad y pertenencia que venía negándoseme desde hacía una semana. Una impresión contradictoria de unidad, y al mismo tiempo, de diversidad, me asaltó de repente, o mejor dicho, de una unidad en sí inmóvil y permanente, pero que contenía una diversidad vivaz y vívida de asociaciones, de imágenes, de emociones.” En la reminiscencia de este tipo de accidentes geográficos carentes de locuacidad descriptiva, y de posibilidades exuberantes se nos acostumbró a nombrar el páramo. Un terreno árido, yermo, sin vegetación, vasto hasta el hartazgo. Todas esas ausencias configurando un paisaje invisible, sutil, y sobre todo doloroso, parecen convertirlo en el destierro de los todos los paisajes. El páramo sucede en el imaginario popular como la tierra donde nunca querríamos ir. La pregunta que subyace en esta exhibición implica a su vez, la certeza de que el paisaje que nos rodea, acondiciona las producciones artísticas. Y que el paisaje es un concepto tanto físico como emocional y espiritual. Si este desierto donde el invierno es todas las noches y el verano todos los días, arremete en nuestra vida cual estampida de viento zonda y nos deja, pudiendo apenas respirar, sencillamente ahí ha estado siempre y nos pertenece. Intento pensar que este lugar donde el silencio es un secreto, existe todos los días en la vida de todos estos artistas. Y que algunas veces, últimamente muchas veces, se vuelve terreno fértil para ir al encuentro de las formas mínimas. Nos sabemos propios y reconocemos la complejidad y voracidad del mundo contemporáneo. Estamos entrenados para ir hacia una sumatoria de escenas y estrategias, una abundancia de recursos y una metodología establecida. Pero qué pasa cuando de pronto entramos a un terreno desabigarrado donde se pone de manifiesto que las palabras sobran, y los recursos escasean. Si de golpe nos fueran quitadas o despojadas las seguridades de siempre y nos volviéramos en sí mismos el lado oscuro de la luna. Un lugar donde la economía de los recursos implica pensarnos parados en el vacío, donde los ojos no tienen donde posarse más que en la evidencia de cómo se hacen las cosas, en los rastros arqueológicos del tiempo, donde no hay mayor concentración que en el pulso propio. Un territorio como éste que se plantea sin mayores riesgos que lo indecible, lo desconocido, el misterio de la muerte, la ciénaga de las definiciones, la soledad absoluta, es un espacio que permite el nacimiento de poéticas visuales propias, una identidad refinada para crear el mito nuevo. Porque no puede ser un riesgo reconocernos concentrados, vivos en el dolor, únicos en el espejo universal y habitando la pregunta como principal sostén de la vida. Herminda Lahitte noviembre de 2014]]>